Se ha conseguido obtener arroz clonado gracias a CRISPR, y eso puede preparar el camino para revolucionar la agricultura
Dar con CRISPR ha sido sin duda uno de los avances científicos más importantes de los últimos años al permitir la edición genética de una manera casi sin precedentes. Algo que tiene sus implicaciones a nivel de especie humana, pero que también puede llegar a ser de ayuda en la agricultura con la clonación del arroz, una alternativa potencial para mejorar el cultivo de este cereal.
Lo que suele hacerse en el cultivo de arroz es la hibridación, de modo que se combinan las variedades deseadas para intentar obtener cultivos con las características más convenientes (es decir, con reproducción sexual). La desventaja en este proceso es que no todas las semillas contienen esos genes ventajosos, por lo que la clonación se convierte en una opción interesante de cara a mejorar el rendimiento de los cultivos y disminuir los costes.
Se acabó el sexo para el arroz (por una buena causa)
La selección genética se ha usado de manera tradicional como un sistema de obtención de especies más convenientes: vacas con mejor rendimiento lácteo, pollos que parecen sansones si los comparamos a los de hace unos años, tomates más rojos y carnosos o sandías con menos pepitas. Evidentemente ha funcionado, pero obtener esas especies «mejoradas» se deja por el camino híbridos que no siempre manifiestan las cualidades deseadas y también ocurre con los granos de arroz.
Está la opción de crear productos transgénicos, pero lo que han pensado estos investigadores ha ido más allá: ¿y si intentamos clonar arroz, como quien clona ovejas, y que así los agricultores no tengan que ir buscando cada vez una semilla híbrida interesante y probar suerte? O lo que es lo mismo, ¿y si por fin podemos dejar atrás 10.000 años de reproducción sexual del arroz para empezar con la asexual?
Ésta es la idea presentada en el trabajo de Venkasetan Sundaresan (de la Universidad Davis de California) y su equipo de científicos, los cuales han optado por la reproducción asexual (es decir, no hay necesidad de dos individuos y dos sexos) para la obtención de arroz. Algo que de funcionar sin problemas plantea que los agricultores puedan plantar y replantar semillas de una misma variedad sin que se pierdan las características valiosas deseadas.
Lo que han hecho es desarrollar semillas que se clonan de manera autónoma, es decir, que sus semillas contienen su misma información genética. Lo hicieron con la variedad Kitaake, de modo que al descubrir que un gen del esperma llamado BB1 (Baby Boom 1) desencadenaba el desarrollo del embrión de semilla, insertaron un promotor (algo así como un interruptor de inicio) para que la versión femenina de este gen hiciese lo mismo.
¿Y dónde interviene CRISPR? En la desactivación de la meiosis, el proceso por el que se obtienen gametos (óvulos y espermatozoides), que son células con la mitad de información genética necesaria para desarrollar un ser vivo viable. Fue el equipo de Raphael Mercier, genetista de plantas y coautor del estudio, quien aportó esta solución que permite que la planta se reproduzca asexualmente.
Los posibles mimbres de un cambio, pero queda por hacer
Con esto no sería necesario que haya un individuo macho que aporte la parte que activa el desarrollo de un embrión de semilla, manteniendo la carga genética y llegando al desarrollo de dicho embrión sin la necesidad de una aportación genética y un interruptor externos. Eso sí, de momento aún están en el inicio del desarrollo de esta posible técnica y entre otras mejoras está la de conseguir que la tasa de éxito de la clonación sea mayor.
La idea es que las características de los híbridos buenos puedan mantenerse generación tras generación, siembra tras siembra, como si fotocopiásemos la cepa. Algo que según Brian Staskawicz, director científico de agricultura en el Innovative Genomics Institute, podría ahorrar costes a los agricultores con respecto a la obtención de semillas híbridas.
De cara a seguir trabajando en esto, lo interesante es que los genes que participan en esta técnica se han encontrado en otras plantas, por lo que quizás se puede intentar la reproducción asexual con especies como el maíz, el trigo o el tomate. Eso sí, habrá que ver el desarrollo en paralelo de la legislación con respecto al trabajo con CRISPR y las herramientas que nos permiten «jugar a la reproducción» o eliminar virus en animales vivos, lo cual no siempre acaba favoreciendo que se desarrollen las investigaciones como en el caso de Europa.
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