"Comprar mi propio paper me cuesta 42 euros: un trabajo financiado con mi salario y fondos públicos"
Para quien no conozca cómo funciona el sistema actual de publicaciones científicas probablemente el siguiente tuit no signifique gran cosa.
Comprar mi paper publicado me cuesta 42.29 euros https://t.co/HDJtlZ5RDi el trabajo financiado con mi salario y proyectos públicos
— manuel de leon (@manueldeleon) 19 de agosto de 2017
Fue publicado por el matemático español Manuel de León, director y fundador del Instituto de Ciencias Matemáticas del CSIC y es un ejemplo de algo que no termina de funcionar en el sistema de revistas científicas.
El proceso de publicar un paper
Vayamos por partes. Lo primero que hay que saber para entender esta polémica es qué papel juegan las revistas científicas en el trabajo de un investigador. Es un papel importantísimo: para que una investigación se considere válida y sea tenida en cuenta, ha de ser publicada en una revista. Hay cientos de revistas científicas, pero lo deseable es que tu investigación aparezca en las más relevantes, algo que se mide por su índice de impacto.
Es la llamada revisión por pares, el concepto que garantiza la validez de esos resultados
Cuanto más relevante sea una revista, mayor es la competencia para publicar en ella, obviamente. El proceso de publicación es el siguiente: cuando un investigador obtiene unos resultados que considera relevantes (en muchos casos tras una investigación financiada con fondos públicos), escribe un artículo o paper y lo envía a la editorial de la revista.
Allí sus editores lo reenvían a otros científicos, elegidos por su dominio y autoridad en el tema que trate la investigación en cuestión, para que lo revisen. Es la llamada revisión por pares, el concepto que garantiza la validez de esos resultados. Ellos deciden si son sólidos o no, si necesitan más aclaraciones, más datos, más pruebas… Lo que sea.
Este proceso puede prolongarse varios meses, hasta que los revisores designados por la revista estén satisfechos. Es entonces cuando el artículo saldrá publicado, la investigación validada y el investigador verá los frutos de su trabajo: la publicación de artículos es un requisito para solicitar puestos de trabajo y financiación para proyectos.
El enorme negocio de las editoriales científicas
Hasta aquí, en muchos casos nadie ha cobrado ni un céntimo. Muchas revistas no pagan a los autores de los artículos que publican ni remuneran el trabajo de los revisores. Se da por hecho que ambas cosas forman parte de su trabajo y en general se supone que todo el mundo colabora desinteresadamente (aunque a veces no es así).
Pero una vez publicados los artículos es cuando empieza el negocio. Aunque cada vez más apuestan por el open access, las editoriales más grandes, las que tienen las revistas de mayor impacto, imponen muros de pago a sus productos, y fijan unas cuotas de suscripción que van desde unos pocos euros por un artículo a miles de dólares por suscripciones anuales, dependiendo de la revista en cuestión.
«El sistema está montado de manera que los científicos hacemos investigación (casi siempre subvencionados con fondos públicos). De ahí salen artículos, y los sometemos a las revistas. Otros colegas hacen de referees (revisores), y son editores de estas revistas (generalmente a coste cero). Si el artículo se acepta, se publica, y para disponer de él tu centro de investigación debe pagar la suscripción, o tú mismo tienes que comprarlo. En los últimos años, con los procesadores de textos, lo enviamos también maquetados. Y cada año las editoriales aumentan el precio de las revistas y por tanto, sus beneficios», resume Manuel de León.
Se paga dos veces (y con dinero público)
El acceso a estos artículos publicados es vital para el trabajo de los investigadores, que deben mantenerse al día para que sus proyectos y experimentos sean relevantes. Así que en la mayoría de los casos, los centros donde trabajan estos investigadores (una vez más, muchos públicos o con financiación al menos parcialmente pública) son los que pagan esas suscripciones.
Es un negocio redondo para las editoriales y ruinoso para las instituciones públicas, que terminan pagando dos veces: una en forma de fondos de financiación y otra en suscripciones para acceder a los resultados de las investigaciones que ellas mismas han financiado. Detrás de todo estamos nosotros, los contribuyentes, que somos los que ponemos con nuestros impuestos el dinero para las dos cosas.
Por eso muchos científicos están alzando la voz contra este sistema. No es fácil porque de esas publicaciones depende su carrera, pero cada vez son más. En algunos países incluso se están organizando.
El boicot de los investigadores finlandeses
Es lo que está ocurriendo en Finlandia. Allí la comunidad científica se plantó hace ahora un año ante lo que consideraba una política de precios abusivos y opacidad practicada por Elsevier, una de las mayores editoriales científicas del mundo. Criticaban que no contentos con hacer negocio a costa del trabajo voluntario de los investigadores, sus precios no hacen más que subir a pesar de que en esta era digital, la tendencia debería ser precisamente la contraria.
En 2015, las instituciones científicas finlandesas pagaron un total de 27 millones de euros en suscripciones, en el futuro la cifra parece que será más alta. Este aumento en las tarifas es especialmente problemático cuando los recortes en financiación están limitando las oportunidades de hacer ciencia. Las bibliotecas científicas finlandesas exigen que los precios sean más razonables y que prime el acceso libre al conocimiento. Estamos preparados para dejar de ejercer nuestras tareas como editores y revisores de las revistas de aquellas editoriales que no estén dispuestas a, en una negociación, cumplir con estas peticiones.
Las negociaciones se produjeron con varias editoriales con cierto éxito, pero no ha sido posible llegar a un acuerdo con Elsevier, así que de la protesta han pasado al boicot. «No deal, no review«. Si no hay acuerdo, no hay revisiones. Así de sencillo: los científicos finlandeses participantes en esta iniciativa rechazarán participar en el proceso de revisión de papers, necesario para que estos se publiquen, hasta que la editorial no acceda a replantear sus tarifas.
La apuesta por el open access
Los finlandeses piden tarifas más razonables, pero para otros, el objetivo debería ser terminar con los muros de pago y permitir que los avances científicos estén a disposición de cualquiera. Es el llamado open access.
Esto encaja con el concepto de la ciencia y el conocimiento como patrimonio de la humanidad y base de su bienestar, sostenido además en el hecho de que gran parte de ese conocimiento se consigue con fondos públicos, y por tanto nadie debería utilizar el acceso a él como forma de negocio. De esta forma, no habría barreras y cualquier interesado en un tema podría leer las investigaciones que se hayan hecho al respecto.
Existen varias iniciativas al respecto. La última es un proyecto llamado Episcience, un proyecto para editar revistas de acceso abierto. La idea es que se sumen revistas y repositorios de artículos ya existentes y se creen otros nuevos en los que se publiquen artículos que seguirán el mismo sistema de revisión que garantice su calidad pero luego sean de acceso libre a quien quiera consultarlos.
Los ‘papers’ también se comparten sin permiso
Es el caso de Sci-hub, una web que, de modo similar a The Pirate Bay, pone a disposición de cualquiera de forma gratuita artículos defendidos por los muros de pago de las grandes revistas
Otros han decidido tomarse la justicia por su mano y han pasado directamente a compartir los papers sin permiso. Es el caso de Sci-hub, una web que, de modo similar a The Pirate Bay, pone a disposición de cualquiera de forma gratuita artículos defendidos por los muros de pago de las grandes revistas. Schi-hub fue creada por una joven investigadora kazaja de 23 años que veía, igual que les ocurre a muchos otros investigadores, que las investigaciones que necesitaba para completar su tesis podían costarle cientos de euros.
Sci-hub ha sido denunciado por las grandes editoriales, encabezadas una vez más por Elsevier. En mayo de 2016 un tribunal de Nueva York ordenó su cierre, pero no es fácil terminar con las páginas de descargas ilegales por la fuerza, y con esta ocurrió lo mismo. Cambió de dominio y continuó tranquilamente con su actividad, hasta hoy.
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«Comprar mi propio paper me cuesta 42 euros: un trabajo financiado con mi salario y fondos públicos»
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Xataka
por
Rocío Pérez
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