Criticar que Google sabotea a Microsoft Edge es tener muy mala memoria
Joshua Bakita, que trabajó como ingeniero software en el desarrollo del navegador Microsoft Edge, tiene una teoría singular sobre la reciente decisión que motivó a su ex-empresa a cambiar este navegador para convertirlo en un producto derivado de Chromium.
Según ese ingeniero, Google saboteó a Microsoft Edge. Lo hizo mediante cambios en sus sitios web que «rompían» otros navegadores y obligaban a los desarrolladores a adaptarse a esos cambios para poder renderizarlos bien. Tiene bemoles la cosa, sobre todo cuando Microsoft hizo exactamente lo mismo hace años: hubo un tiempo en el que Internet Explorer 6 dominó el mundo e hizo de la web lo que quiso durante mucho tiempo.
Jugando con las juegas de Google
La popularidad de servicios como Gmail, YouTube o Google Maps es una poderosa herramienta para influir en el segmento de los navegadores: si Google cambia algo en ellos y ese cambio solo se ve con ciertas modificaciones en los navegadores, no hacerlos provoca que los usuarios acaban teniendo problemas para visitar esos sitios.
Eso no ocurre si los visitan con Google Chrome, claro, porque para eso este desarrollo está controlado por Google, que juega con esa ventaja para hacer cambios en sus sitios que en algunos casos solo funcionan bien con Chrome, al menos al principio.
El resto de navegadores deben adaptarse para poder soportar esas nuevas características, algo que provoca una singular situación que para algunos podría haber acabado por hacer que Microsoft se rinda en este segmento.
La empresa anunció hace unos días que Microsoft Edge abandonaría su motor EdgeHTML para pasar a estar basado en el navegador Chromium. Para Bakita Google se aprovechó de su posición dominante y de sus populares servicios para sabotear a Microsoft Edge:
Hace poco trabajé en el equipo de Edge, y una de las razones por las que decidimos terminar con EdgeHTML fue porque Google seguía haciendo cambios en sus sitios que rompían otros navegadores y no podíamos seguirles el ritmo. Por ejemplo, recientemente agregaron una div oculta vacía sobre videos de YouTube que hace que nuestra aceleración de hardware no funcione (algo que debería estar corregido con la actualización de Windows 10 de octubre). Antes de que eso pasara nuestra avanzada aceleración de video nos puso muy por delante de Chrome en materia de eficiencia y autonomía al reproducir vídeos, pero casi en el instante en que «rompieron» cosas en YouTube comenzaron a presumir de la superioridad de Chrome sobre Edge precisamente en ese apartado. Lo que hace esto tan triste es que su supuesta superioridad no se debió al ingenioso trabajo de optimización de Chrome, sino a un fallo de YouTube. Lo que hicieron a grandes rasgos es conseguir que toda la web fuera más lenta.
Edge no podía seguir el ritmo
Este desarrollador confesaba que no estaba del todo seguro de que Google hubiera hecho ese cambio para perjudicar a Edge, pero varios de sus compañeros, asegura, «están bastante convencidos, y son ellos los que lo han investigado personalmente». Eso sí: Google rechazó la petición que esos ingenieros hicieron de eliminar ese parámetro div vacío oculto, y ahí se quedó la cosa.
Lo cierto es que como comentan en Neowin la propia Microsoft tenía un problema con su enfoque de actualizaciones en Microsoft Edge: la empresa solo podía añadir mejoras y cambios en Edge dos veces al año, con las grandes actualizaciones de Windows 10. Al formar parte integral del sistema operativo, el navegador no podía seguir el ritmo de las constantes actualizaciones presentes en otros navegadores.
Eso cambiará con el nuevo Edge basado en Chromium, que se convertirá en un el elemento independiente que tendrá «vida propia» y que además podrá instalarse en anteriores versiones de Windows, algo que no ha sucedido con Microsoft Edge.
Lo más irónico es que Microsoft hizo exactamente lo mismo
Los argumentos de la acusación de ese ingeniero son sólidos, y de hecho esta no es la primera ni la única vez en que alguien ha acusado a Google de hacer cambios en sus sitios web que perjudican a todos los navegadores menos a Chrome.
Ocurrió por ejemplo en julio de este año, cuando Mozilla indicó que YouTube funciona cinco veces más lento en Firefox y en Edge que en Google Chrome. El rediseño de YouTube tenía la culpa según el tuit de uno de los responsables de Mozilla, aunque allí propusieron soluciones para evitar ese problema.
Mucho antes ya había sospechas de técnicas discutibles de Google para tratar de perjudicar a sus rivales en el terreno de los navegadores. Empresas de seguridad acusaron a la empresa de Mountain View de ofrecer «falsos» estudios de seguridad en los navegadores para que Chrome pudiera sacar pecho y Firefox quedara en mala posición. Eso ocurrió hace siete años.
Las acusaciones sobre el poder e influencia que Google tiene en la web han llevado a publicaciones como The Verge a decir que Google Chrome es el nuevo Internet Explorer 6. La comparación es más adecuada que nunca, sobre todo por la forma en la que Google está aprovechando su influencia para impulsar el dominio de su navegador.
El problema no está en que lo haga como parece que lo hace. Eso está mal, por supuesto. El problema es que alguien tenga las narices de criticarlo —aunque sean sus ex-empleados— cuando la empresa de Redmond hizo exactamente lo mismo con Internet Explorer 6.
Para los que no lo recuerden, aquel navegador debutó en Windows XP, y era parte integral del sistema operativo en una época en la que el navegador era más importante que nunca.
Al principio uno usaba IE6 porque se portaba realmente bien. Al final lo hacía porque no había muchas más opciones: había tantos sitios web que estaban rendidos a los requisitos de IE6 que desarrolladores y maquetadores web de todo el mundo se volvían locos teniendo que soportar esa dictadura que no respetaba estándares web universales. Aquel navegador acabaría convirtiéndose en el gran odiado de todos, Microsoft incluida.
IE6 iba a su rollo y todos le seguían la copla porque tenían que hacerlo. Y eso es exactamente lo que está haciendo Google Chrome, aunque con algo más de disimulo. Que no deba hacerlo es otra cuestión. Que ex-empleados o empleados de Microsoft lo critiquen, como decíamos, tiene bemoles. Un montón de ellos.
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Javier Pastor
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