La banca española y medio IBEX 35 se suben a blockchain, aunque nadie sabe para qué
Es muy raro que en España casi 90 grandes empresas e instituciones de diferentes sectores se unan con un proyecto común. Y no sólo porque muchas de ellas sean competencia directa, sino porque lo que les ha sentado en una misma mesa es una tecnología compleja y de moda: blockchain.
La criatura se llama Alastria y se autodefinen como «la primera red nacional regulada basada en blockchain del mundo». En ella encontramos empresas de banca (Banco Santander, BBVA), energía (Iberdrola, Gas Natural, Repsol), telecomunicaciones (Telefónica, Orange), medios de comunicación, bufetes de abogados, consultoras y universidades, y su intención es «acelerar la creación de ecosistemas digitales poniendo a disposición una plataforma colaborativa común».
Un momento, ¿qué?
La identidad digital perdida
Todo su discurso se basa en tres pilares básicos: seguridad, ahorro de costes y escalabilidad. A grandes rasgos, han escogido la tecnología Ethereum de blockchain para crear una plataforma sólo accesible para los miembros y en la que se desarrollarán contratos inteligentes (smart contracts) y tokens para mejorar procesos o crear nuevas aplicaciones y modelos de negocio.
Es complicado de explicar porque hay que entender cómo funciona blockchain y su concepto de ledgers o registros compartidos. Para ilustrarlo, han puesto un ejemplo: si cada banco tiene bases de datos con información como, por ejemplo, el dinero que tiene cada cliente en su cuenta, cada banco tiene que preocuparse de tener una tecnología segura y eficaz. Esto implica inversiones individuales de cada banco, mantenimiento, etc.
Sin embargo, lo que pretenden conseguir con blockchain es crear una plataforma con un estándar que se pueda aplicar a todos esos bancos. No quieren cambiar los procesos internos de cada banco, sino poner en común un sistema que permita ahorrar costes y sea más seguro (en palabras de Julio Faura, presidente de Alastria, «es casi imposible que los diez o doce mil nodos de Ethereum se vean comprometidos»).
Aquí entra el concepto clave de identidad digital y las claves públicas y claves privadas de blockchain. Cada individuo tiene una clave pública, que es con la que todos le pueden identificar, su «login», y, por otro lado, su clave privada, que no se puede compartir y que incluye toda la información del usuario (sea un individuo o una empresa).
Alastria cree que el concepto de identidad digital actual está fragmentado y es poco práctico
En el ejemplo de los bancos, cada banco mantendría su propio sistema de organización interna con su clave privada, pero crearía tokens que se comuniquen con la red de Alastria y su clave pública para aprovecharse de los contratos inteligentes compartidos. Es una manera de que todos sigan los mismos procedimientos para unirse en seguridad y reducir costes, y a esto lo han denominado ID Alastria.
El objetivo final es que cada usuario tenga control total de sus datos («y que no estén repartidos en servidores de Facebook, Amazon o de tu provedoor de Internet sin que sepamos qué pasa con ellos», en palabras de Javier Ibáñez, de ICADE). También que en cada momento sepamos qué información estemos compartiendo. Por ejemplo, si hiciéramos una hipotética compra en Amazon, con que el sistema sepa que somos mayores de 18 años para comprar sería suficiente. No sería necesario que sepan que tenemos 34 años, por decir una cifra.
Más que Ethereum, etéreos
Todo sobre el papel abre un mundo de infinitas posibilidades en diferentes sectores. El problema es que en la presentación en sociedad de Alastria no hemos conocido ni una sola aplicación práctica real en la que ya se esté trabajando en este consorcio.
De hecho, todo han sido referencias a investigaciones y casos hipotéticos que aún no se han demostrado. Algunos ejemplos: que la administración pública acceda a este sistema y que pequeñas empresas conecten sus gastos al sistema para que no tengan que llevar una contabilidad diaria; o que la declaración de la renta se automatice con la red Alastria. ¿Qué pasa? Que nada de esto se ha llevado a la práctica y puede ser que perfectamente nunca se haga.
Teniendo en cuenta que ser miembro de Alastria cuesta 10.000 euros al año para las grandes empresas (pymes y emprendedores tienen otras tarifas menores), suena más bien a una apuesta a futuro sin un horizonte demasiado definido.
Además hay que tener en cuenta el marco legal de blockchain, aún en proceso de definición. Llevado al caso de Alastria, ¿qué pasa si hay un problema técnico y se comprometen datos de los usuarios? ¿Es una responsabilidad de todos los socios?
En cualquier caso, Alastria promete casos y resultados en los próximos meses, así que no nos queda otra que estar pendientes para comprobar hasta dónde puede llegar una propuesta de este tipo. Por el momento toca ser escépticos.
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Cesar Muela
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