Quizá los extraterrestres estén durmiendo y otras locas teorías sobre por qué todavía no hemos contactado con ellos
En 1950, en una conversación informal, el físico Enrico Fermi planteó una paradoja que heredó su nombre. Intentando responder a la pregunta de si estamos solos en el universo, Fermi señaló la aparente contradicción entre la razonable suposición de que existen otras formas de vida en el espacio y la falta de evidencias que tenemos de ellas.
En otras palabras: ¿si es tan probable que existan los extraterrestres porqué no hemos tenido contacto con ellos? O como dicen que dijo Fermi, ¿dónde está todo el mundo?
Desde entonces, esta paradoja ha tenido implicaciones en muchos proyectos de investigación destinados a contactar con otras formas de vida. También da dado pie a algunas teorías realmente peculiares.
Vivimos en una simulación
Una forma de intentar responder a la pregunta que se hacía Fermi ha sido planteando teorías a partir de la computación. Y una de las más llamativas es la que propone que el universo que conocemos es en realidad una simulación informática y es esa simulación la que decide si estamos solos o contactamos con alguien más.
Esto, que parece tan poco científico y tan de ciencia-ficción, es de hecho tomado en serio por mucha gente, expertos y científicos que tratan de encontrar la forma de poner esta hipótesis a prueba.
Prefieren su superordenadors a salir de parranda
En 1999, Anders Sandberg, de la Universidad de Oxford, planteó otra posibilidad relacionada con la computación: que quizá las civilizaciones avanzadas tecnológicamente no iban de parranda por la galaxia sino que preferirían quedarse en sus planetas construyendo gigantescos superordenadores, tan grandes como los propios planetas en los que viven, que llamó «cerebros Júpiter«.
Sus «cerebros matrioshka» envuelven estrellas
Otro científico, el fallecido Robert Bradbury, recogió esa idea y dio un paso más: que esas civilizaciones podrían construir lo que llamó «cerebros matrioshka«.
En vez de ser grandes como planetas, estos superordenadores envolverían las estrellas en una especie de esfera para utilizar su energía y con ella hacer sus cálculos, quizá con el objetivo de preservar digitalmente las almas de sus creadores y así vivir en una especie de paraíso post-apocalíptico. O a lo mejor los usaban para otra cosa. En cualquier caso, aquellos lejanos cerebros matrioshka serían difíciles de detectar desde aquí.
Están en el borde de la galaxia
En 2006, Bradbury y Milan Cirkovic, científico serbio, propusieron otra explicación en la que asumían que las civilizaciones avanzadas solo están interesadas en aumentar su capacidad de computación, y que necesitan un sitio en el que deshacerse del enorme calor que sus equipos generan, algo así como lo que ocurre en los centros de computación terrestres.
Años antes, en 1971, el pionero de la inteligencia artificial Marvin Minsky había sugerido que esas civilizaciones avanzadas que buscamos verían el espacio como una vida de escape para el calor de sus ordenadores, así que Bradbury y Cirkovic pulieron su idea, señalando que el mejor punto para llevar esto a cabo sería justo en el borde exterior de la galaxia, así que quizá allí estarían los extraterrestres que buscamos, demasiado lejos como para contactar con nosotros.
Están durmiendo (y seguirán así miles de años)
Tras esto, llegamos a la última teoría, propuesta por Sandberg, Arsmtrong y Cirkovic, que se titula «No está muerto lo que puede yacer para siempre: la hipótesis de la aestivación para resolver la paradoja de Fermi», en la que aestivación es una especie de hibernación que se hace no para sobrevivir al frío del invierno sino al calor del verano.
«No está muerto lo que puede yacer para siempre: la hipótesis de la aestivación para resolver la paradoja de Fermi»
Esta nueva hipótesis coge la ya planteada en 2006 según la cual estas civilizaciones están en el borde de la galaxia porque es el lugar más frío y le añade una nueva dimensión: el tiempo.
Porque el espacio tiene un límite del frío que puede alcanzar, 2,7 grados kelvin (-270 grados centígrados) debido a la radiación de fondo. O al menos así es ahora. Si esperas varios miles de millones de años, el universo se habrá expandido lo suficiente como para reducir esa temperatura. Así que si lo que quieres conseguir es el máximo frío posible, lo mejor es esperar («aestivar») hasta que llegue un clima más propicio.
Si vives en un ordenador, el tiempo es maleable
Pasar miles de años durmiendo nos parece una chaladura porque nuestro ser biológico tiene problemas imaginando el tiempo como algo maleable, pero quizá algún día encontremos la forma nosotros también de detener el tiempo en nuestro cuerpo o de introducir nuestras mentes en esos ordenadores que estaremos tan empeñados en mantener funcionando. Si una civilización es capaz de conseguir esto, es posible que pueda fijar a qué velocidad quiere que pase su tiempo y pasar así miles de años durmiendo sin que sientan pasar más que unos minutos u horas.
Es una teoría excéntrica para cualquiera a quien le pille desprevenido, y de hecho es más un divertimiento teórico que una sugerencia real, pero los autores tuvieron en cuenta cada detalle al exponerla. Por ejemplo, que pasar ese tiempo durmiendo puede ser un problema si una civilización posterior aparece antes de despertar y conquista su territorio y recursos. Por eso propone que si los alienígenas que buscamos están aestivando, habrán dejado algún sistema de vigilancia que les alerte de presencias extrañas, así que eso es algo que podemos buscar si queremos dar con ellos.
Imágenes | NASA y Wikipedia
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Rocío Pérez
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